Acabas de recibir el resultado de una evaluación muy importante, tienes un poco de miedo de abrir el sobre y ver lo que hay dentro. Tomas valor y lo abres. El resultado no es el que esperabas.

Además de ese primer momento de decepción, ¿qué es lo que piensas?

Aunque no lo parezca, esa reflexión que haces tras enfrentarte a un reto, ya sea que su resultado haya sido un éxito o un fracaso, marcará una pauta para tus comportamientos futuros. Esto es lo que la profesora en la Universidad de Stanford, Carol Dweck, llama mentalidad.

La mentalidad en este sentido está relacionada con la resolución de problemas y el crecimiento a través del aprendizaje. Y según Dweck existen dos tipos: mentalidad fija y mentalidad de crecimiento.

Mentalidad fija vs Mentalidad de crecimiento

Entonces, ¿cuáles son esas características que hacen que pertenezcamos a una u otra categoría?

Pues bien, las personas con una mentalidad fija piensan que sus talentos son algo innato y que no se pueden mejorar, por lo tanto hay cosas para las que son buenos y otras para las que no. Así por ejemplo, para estas personas la inteligencia es algo cuantificable, todos tenemos cierta cantidad con la que nacemos y no cambia con el tiempo.

Por otro lado, las personas con mentalidad de crecimiento piensan que el trabajo duro, las estrategias y el rodearse con personas que les puedan enseñar hará que sus talentos se desarrollen. Estas personas valoran las experiencias y los procesos, más que los resultados finales.

Volvamos a nuestro ejemplo inicial, el resultado negativo en esa evaluación tan importante. Si tu reacción fue enfocarte en el resultado y en cómo ese resultado te define, es probable que tengas una mentalidad fija. Si por el contrario pensaste en todo lo que habías aprendido y en los retos que habías superado para llegar hasta allí, debes tener una mentalidad de crecimiento.

Creación de la mentalidad en el proceso educativo

El sistema educativo actual está muy enfocado en los resultados. Si eres un estudiante, realizas una actividad o evaluación y esperas a cambio obtener una nota. Si esa nota es alta, significa que eres bueno, sino… no tanto.

Sin embargo, en su investigación Dweck ha logrado demostrar a través de una serie de experimentos que cuando se alaba el esfuerzo y no el resultado, los niños se enfrentan mejor a los retos.

Cuando los elogios se reciben nada más por el resultado final, se deja de lado que el aprendizaje es un proceso. Todo el esfuerzo que se pone en reallizar un razonamiento, valorar distintas soluciones a un problema, relacionar conceptos, experiencias y contextos; eso es lo que debe ser elogiado.

Aplicación práctica: mentalidad de crecimiento en la empresa

El aprendizaje no termina en la escuela o en la universidad. El aprendizaje continúa a lo largo de nuestra vida y en especial en nuestro ambiente de trabajo.

Por lo tanto, la forma cómo las empresas valoran el trabajo y esfuerzo de sus empleados tiene un efecto en su comportamiento respecto a los nuevos retos y la solución de problemas.

Si los líderes dentro de la empresa se limitan a valorar positivamente solo los resultados finales y no se detienen un momento a reflexionar sobre el proceso que llevó a esos resultados, estarán promoviendo una mentalidad fija y no de crecimiento.

Probablemente muchos de quienes lean esto, estén pensando: “sí, claro… los resultados finales no son lo importante”.

En las empresas, más que en las instituciones educativas, los resultados finales son importantes. Por eso el alabar el esfuerzo no significa solamente decir: “veo que te esforzaste mucho, aunque no lograste la meta”; sino hacer énfasis en lo que se hizo para obtener el resultado sea cual sea.

Algunos ejemplos de comportamientos que merecen elogios ofrecidos por la misma Dweck son: buscar la ayuda de otros, intentar nuevas estrategias y utilizar los contratiempos como lecciones para mejorar.

Si bien la investigación en el ámbito empresarial aún no ha demostrado que las empresas obtengan mejores resultados financieros o de producción al promover una mentalidad de crecimiento, sí sugieren que los empleados de estas empresas tienen una mejor actitud, son más innovadores y son menos aversos a tomar riesgos.

Tu turno: cómo tener una mentalidad de crecimiento

Toda la investigación realizada por Dweck y su equipo muestra que es más beneficioso para las personas enfrentarse a los retos con una mentalidad de crecimiento. Pero, ¿qué pasa si tenemos una mentalidad fija?

La verdad es que, aunque tu forma de pensar se incline más hacia la mentalidad de crecimiento, todos en cierto momento presentamos ciertos rasgos de la mentalidad fija. Buscar el enfoque de la mentalidad de crecimiento es una tarea constante.

Para quienes presentan más rasgos de la mentalidad fija en su forma de pensar y actuar el reto es aún mayor. Recordemos que quienes piensan de esta manera creen que lo que somos está determinado desde nuestro nacimiento.

Entonces, ¿qué podemos hacer para cambiar de mentalidad fija a mentalidad de crecimiento? Dweck ha definido un proceso en su web para lograr este cambio. A continuación te presentamos nuestra interpretación de ese proceso.

1.- Tu mentalidad fija tiene una voz

Todos tenemos una voz interior. Una voz que constantemente nos está dando consejos, recordando compromisos, etc.

Esta voz quiere lo mejor para nosotros, el problema es que en el caso de la mentalidad  fija la voz está tan preocupada por mantenernos a salvo del peligro que no nos deja tomar riesgos.

Por eso, debes aprender a identificar cuándo es la voz de la mentalidad fija la que te habla. Algunos ejemplos de cosas que te dirá son:

  • ¿Estás seguro de que puedes? Nunca has hecho nada parecido.
  • Te lo dije, ibas a cometer errores y ahora todo el mundo lo sabe.
  • Si pides ayuda solo demostrarás que no eres capaz.

2.- Reflexiona acerca de lo que te dice la voz

Para la voz de la mentalidad fija, las cosas son blanco o negro, no hay grises. O puedes hacerlo o no puedes hacerlo; o eres bueno en algo o no lo eres.

Así que escucha lo que te dice la voz y reflexiona acerca de los detalles que no te dice:

  • Si dice: “nunca has hecho nada parecido”, piensa en lo que has hecho que te puede ayudar a enfrentar este reto.
  • Si dice: “mira los errores que estás cometiendo”, piensa qué has aprendido con esos errores.
  • Si dice: “no pidas ayuda, todos sabrán que no puedes”, piensa en lo que puedes lograr después de pedir ayuda.

3.- Respóndele a la voz

Para la voz de la mentalidad fija es muy fácil decir las cosas, después de todo no hay nadie que le diga que está equivocada.

Después de tu reflexión del paso anterior tendrás muchos argumentos para responderle a la voz. No lo dejes solo en una reflexión, respóndele a la voz. Seguro ella te contestará con otro obstáculo, otro miedo, respóndele nuevamente hasta dejarla sin respuestas.

4.- Actúa con una mentalidad de crecimiento

Tras este ejercicio de realizar un debate entre la voz de la mentalidad de crecimiento y la voz de la mentalidad fija viene el momento de la acción, de enfrentar los retos.

Enfrenta a estos retos pensando en el crecimiento que obtendrás de ellos, sino aunque no hayas escuchado a la voz de la mentalidad fija, ella seguirá dominando. Comprométete con el proceso, aprende de lo que ocurra en el camino y reflexiona sobre los  resultados finales, sin importar que sean positivos o bien sea negativos.

Si quieres conocer un poco más del trabajo de la profesora Carol Dweck, aquí te dejamos su charla en TEDxNorrkoping.

¿Qué piensas? ¿Te identificas con alguno de los dos tipos de mentalidad?

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