La indiferencia, es un arma peligrosa. Casi tan nociva como la injusticia en sí misma. Recordemos a las víctimas de las injusticias y corramos la voz.

Con el número A-7713 tatuado en su brazo izquierdo, Eliezer Wiesel (1928-2016) alzó constantemente su voz contra la violencia, la discriminación y el genocidio en cualquier parte que desdichadamente pudiera escenificarse. La memoria para él era vital. Olvidar era imposible.

Había sido hecho prisionero a los 15 años por el régimen nazi en su pueblo natal Sighet (hoy, Hungría). Allí perdió a su padre, su madre y su hermana menor. Había quedado solo cuando el 11 de Abril de 1945 el ejército estadounidense liberó el campo de concentración de Buchenwald en que se encontraba.

Wiesel ganaría el Premio Nobel de la Paz en 1986, por convertirse en un auténtico mensajero por la acción humana a favor de la reconciliación y la dignidad. Pero, sobre todo, ha sido un incansable mensajero por la erradicación de la indiferencia en el mundo.

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Recordar a las víctimas

A primera vista, Wiesel podría ser un sobreviviente más de la tragedia ocasionada por el nazismo conocida como el Holocausto. Sin embargo, esta consideración sería no sólo subestimar las dimensiones de uno de los episodios más terribles y vergonzosos de la historia, sino también la labor de un hombre que, con su actitud hacia el mundo, ha querido siempre hacer la diferencia.

Su voz se alzó en contra de las tragedias asociadas a Darfur, Rwanda y Armenia, así como a la llamada “solución final del problema judío” en la Alemania nazi. Esa voz fue clara al indicar que estos dramas humanos no son el resultado de las acciones de quienes optan por el mal como su camino de vida.

Para Wiesel la inacción de quienes se conforman con mirar a la distancia los juegos pirotécnicos del choque brutal contra vidas humanas, cuyos derechos son simplemente ignorados, es la mayor de nuestras tragedias.

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La tragedia llamada indiferencia

En las primeras décadas del siglo XXI, aún pueden recorrerse los periódicos de todo el orbe con tristes reseñas sobre la poderosa fuerza de la indiferencia. Sombrío es además el panorama que retrata la inhumanidad del hombre dibujada en su actitud indiferente.

La indiferencia “reduce al otro a una abstracción” –indica Wiesel, para quien la mirada del indiferente un mundo ajeno al dolor, al sufrimiento, a la desesperación es dolorosa. Cada ser humano, en su existencia individual, tiene completa responsabilidad sobre sus decisiones, sobre sus acciones y sobre sus pensamientos. Sin negar las muchas y muy variadas influencias que puedan afectarle, al final, la decisión es suya y de nadie más.

En este sentido, consideremos que ha sido nuestra decisión volver la mirada a un lado, cerrar los ojos y olvidar que otros en el mundo son rechazados por sus creencias religiosas, son maltratados por su condición sexual, son asesinados por su raza o por expresar su pensamiento.

Al hacer tal cosa, debemos saberlo, somos tan responsables como el que rechaza, maltrata y elimina al otro. Nuestra responsabilidad individual no desaparece al escoger ser indiferentes.

Elie Wiesel speaks at Vermont's Middlebury College in 2002. The Holocaust survivor, Nobel laureate and author died July 2 at the age of 87

Palabras para siempre recordar 

Dejemos que Eli Wiesel nos lo exprese con sus sentidas palabras:

 La indiferencia puede tentar, incluso más que eso, se­ducir. Es mucho más fácil mirar lejos a las víctimas. Es tanto más fácil evitar tales interrupciones groseras para nuestro trabajo, nuestros sue­ños, nuestras esperanzas. Es, después de todo, torpe, una inconvenien­cia, estar implicado en el dolor y la desesperación de otra persona.

Para la persona que es indiferente, su vecino no tiene ninguna consecuencia. Y, por lo tanto, su vida carece de sentido. Sus preocu­paciones o, incluso, sus angustias visibles no tienen interés. La indife­rencia reduce lo otro a una abstracción.

Allí detrás de las puertas de Auschwitz y Buchenwald, sentíamos que ser abandonados por Dios era peor que ser castigados por él. Era mejor un dios injusto que indiferente. Para nosotros ser ignorados por Dios era un castigo más doloroso que ser una víctima de su cólera. El hombre puede vivir lejos de Dios, no fuera de Dios. Dios está dondequiera que nosotros estemos. ¿Incluso en el sufrimiento? Incluso en el sufrimiento.

La indiferencia no es un principio, es un final. Y, por lo tanto, la indiferencia es siempre el amigo del enemigo, beneficia al agresor, nunca a su víctima, cuyo dolor se magnifica cuando él o ella se siente olvidado.

Para el preso político en su celda, para los niños hambrientos, para los refugiados sin hogar…, no responder a sus apuros, no relevar su soledad ofreciéndoles una chispa de la esperanza supone exiliarlos de la memoria humana. Y denegando su humanidad nos traicionamos a nosotros mismos.

(Extracto del discurso pronunciado por Eliezer Wiesel el 12 de Abril de 1999, en la Casa Blanca, como parte de las Millenium Lectures)

En Teachlr, estamos convencidos de que no hay mayor homenaje que pueda hacerse a las víctimas del Holocausto, de la persecución por sus creencias religiosas, posición política, orientación sexual, o simplemente por sostener una posición ante la violencia, que recordarles.

¡Erradiquemos la indiferencia ante la injusticia!

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