Seguramente no le será muy ajena a nuestros lectores la lucha perenne entre las Ciencias y las Humanidades. ¡Cómo si Einstein hubiera podido comprender científicamente el mundo sin su buena dosis de humanidad!

Platón, el célebre filósofo de la Antigüedad, se habría reído a carcajadas al escucharnos hablar de esa diferencia impuesta entre Ciencias y Humanidades. Luego se habría desmayado de vergüenza.

Usualmente, las Humanidades suelen definirse como ese conjunto de disciplinas que se relacionan con las reflexiones sobre la cultura humana. Algunos las llaman «Letras» para diferenciarlas de las Ciencias que emplean los números para comprender el mundo.

La verdad es que en estos tiempos, cada vez luce más necesario que repensemos el lugar de las Humanidades en la educación y, por supuesto, comprendamos que las nuevas tecnologías las están redefiniendo. Esta redefinición ha sido rápida y, en algunos casos, ha demandado nuevos perfiles profesionales.

Un poco de imaginación

Imaginemos por un momento a cualquiera de los grandes filósofos de la Antigüedad. Pensemos en Platón, el célebre filósofo griego. Va caminando por ahí y en el ágora se tropieza con un amigo que llamaremos Spyros.

Entusiasmado, Spyros le pregunta a Platón por su familia. Tenían tiempo sin verse y sabía que la madre del filósofo había estado enferma. Platón le responde con agradecimiento a su preocupación y le dice que su madre ya está más aliviada.

Seguidamente, Platón le indica a Spyros que deben concertar una cena para conversar sobre el rumbo que el gobierno de la ciudad está tomando en esos días. El famoso filósofo, por entonces no muy conocido, le insiste en lo necesario que es analizar el último discurso del jefe del gobierno, relatándole lo que había escuchado allí mismo hace pocos días.

Spyros y Platón quedan para cenar juntos dos días después en casa del primero. Cenarán pescado y probablemente algunos higos.  Será una comida animada por una buena conversación y se dará más o menos a la hora del atardecer.

Esta escena imaginaria era lo común en la Antigüedad. Pero consideremos que el encuentro entre dos amigos era más o menos así hasta hace unos 20 años. No habríamos tenido que viajar tanto en el tiempo para tropezarnos con una escena como la descrita.

Las viejas Humanidades

Estudiar filosofía, historia o literatura fue considerado durante mucho tiempo sinónimo de prestigio, pero además era considerado necesario. Leer a los clásicos, hablar latín o griego antiguo era sinónimo de alta cultura. Todo lo demás pasaba al plano de lo prosaico.

Enormes bibliotecas con miles de volúmenes eran el paraíso de cualquier humanista o intelectual que se preciara de tal. Las grandes universidades medían su prestigio por el tamaño de sus bibliotecas.

Disertar sobre los problemas del hombre, sus angustias, sin flaquezas y su incierto futuro era indispensable en cualquier reunión de gente culta. Las Humanidades un exclusivo club al que no todos podían entrar.

Pocas personas podían ufanarse de discutir sobre las tesis de los filósofos alemanes en contraposición a aquellas de los franceses. Leer durante larguísimas horas las novelas de Balzac, Dumas o Proust era sólo admisible si ya se había leído todas las obras de Shakespeare y dos veces el Quijote de Cervantes.

Las universidades preparaban a mucha gente para leer. Las Humanidades implicaban sobre todo y ante todo, lectura. El pensamiento seguía a la lectura y la lectura estimulaba el pensamiento. ¡Qué tiempos aquellos en los que por ello todo intelectual requería sin falta sus anteojos!

De la imaginación a la realidad

Platón abre su laptop y procede a escribir el último de una serie de Diálogos que está seguro ayudará a sus estudiantes. Desea que estos comprendan mejor muchas cosas trascendentes como la inmortalidad del alma. Los ha sentido algo perdidos últimamente.

Luego abre el navegador e ingresa en Medium. Copia el texto de su escrito desde el procesador de palabras y lo publica. Seguidamente lo comparte en Facebook, Twitter y Google+. Le satisface ver como casi de inmediato algunas personas lo comparten también y le comentan.

Mientras revisa las últimas publicaciones de sus amigos en Facebook, nota que su viejo compañero de estudios, Spyros, está en la ciudad. Toma su smartphone y le envía un mensaje por Whatsapp. Desea verlo y quizás invitarle a cenar.

Spyros nota que a Platón le ha gustado una foto suya en Facebook y se da cuenta que este ha publicado una nueva entrada en su blog. Después de leerla descubre el mensaje de invitación a cenar de Platón y le responde con entusiasmo. Cenarán mañana.

Se encuentran en el lugar indicado. Spyros le felicita por su blog y le comenta algunas cosas. Platón le replica y la conversación se anima. Terminan tomando una selfie juntos y la comparten en sus respectivas cuentas de Instagram (¡Por supuesto que también comparten  la fotografía del manjar que consumieron!).

Al despedirse, Spyros le comenta a Platón que estará fuera de la ciudad unos meses como profesor visitante en otra universidad y le invita a conversar con sus estudiantes sobre los temas de sus Diálogos. Platón acepta gustoso y acuerdan hacerlo a través de Skype.

Las nuevas Humanidades

Hoy hablamos de Humanidades digitales para diferenciarlas de esas añejas que estaban atrapadas en una biblioteca regular, de libros de esos que tienen cientos páginas de olor singular y hermosas tapas con letras doradas. Las llamadas Humanidades digitales son otra cosa en verdad.

Algunas personas las definen como el cruce entre las Humanidades tradicionales y la tecnología digital. A primera vista, esto luce demasiado obvio y demasiado simple. Si fuera de ese modo un ebook sería un producto de las Humanidades digitales y no es así, aunque a Platón de seguro le encantaría tener en su iPad su colección completa de manuscritos.

En primer lugar, debemos dejar claro que las Humanidades digitales no son una disciplina, sino un campo de estudio. Quienes se han inclinado hacia ellas se concentran en los productos intelectuales digitales, es decir, desde videos hasta archivos digitales. Pero además emplean la tecnología digital para estudiar la producción intelectual de la sociedad.

Es probable que sea algo complicado comprender de qué van, pero esto no es sino debido a que procuramos hacerlo desde el modelo de las Humanidades tradicionales. Las Humanidades digitales son muy parecidas a una red. Sí, a una red. En este mundo interconectado no podía ser de otro modo.

¿Qué son las Humanidades digitales?

Son una red que sintetiza las Humanidades tradicionales y la tecnología digital, alcanzando puntos que antes podrían no haberse conectado jamás. No buscan reemplazar la maravillosa congregación de conocimiento que hemos acumulado a lo largo de muchos siglos y que aún nos es fundamental (probablemente lo sea siempre).

No obstante, las Humanidades digitales poseen su propia identidad –aún en construcción, eso sí-.  Pongamos un ejemplo: el manejo de Big Data es hoy esencial y su análisis, interpretación y ordenamiento es labor de las Humanidades digitales en niveles de comprensión amplísimos. Sin la tecnología actual ni las herramientas tradicionales de las Humanidades, el análisis de Big Data sería imposible.

En este sentido, cuando hablamos de bases de datos, visualización de datos, interpretación de información, minería de datos, etc., no hablamos de métodos crípticos, sino de Humanidades digitales. La historia, la filosofía, la historia del arte, la arqueología, la sociología, la antropología, por sólo mencionar algunas, todos se se han integrado hoy a este nuevo modo de concebir las humanidades.

¿Qué podemos hacer con ellas en e-Learning?

En cierta forma, el e-Learning ya es en sí un proceso generado por las Humanidades digitales. Nos atreveríamos a decir incluso que es el hijo predilecto. La educación ha sido la primera beneficiaria de la nueva concepción de las Humanidades, porque la educación se ha repensado en su seno.

Concebir materiales didácticos especialmente para los nuevos medios es pensar como un humanista digital. Publicar un ebook no es un proceso de estas nuevas Humanidades. Hacerlo concibiéndolo para aprovechar al máximo la tecnología digital de que disponemos, sí lo es.

Los Moocs, por ejemplo, son parte de esta adaptación de la educación a los nuevos medios digitales, a sus posibilidades y sus beneficios. Hacerlo coherentemente y con un propósito claro es parte de la dinámica de las Humanidades digitales.

El que muchos tengan acceso a un conocimiento que antes solo estaba resguardado en las grandes y prestigiosas bibliotecas, que puedan encontrar lo que requieren, que puedan integrarlo a sus necesidades… Todo eso forma parte de ese nuevo campo que nos vincula a todos porque es una red.

Imaginemos a Platón y a Spiros trabajando juntos, desde la distancia, codo a codo para servir a sus estudiantes, estimulándoles en el uso de las herramientas digitales a su alcance. Empujándoles a cambiar el mundo, porque, parafraseando a Cervantes, el destino puede barajar las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

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